El hombre americano, el niño que fue, está bajo las costuras del uniforme que arropa al soldado salido de una patria lejana, entrenado para la guerra, para no sentir dolor ni muerte. Allí está buscando una causa que justifique el matadero humano que tiene delante. Le gustaría ser cualquier intérprete glorioso de una película de David Lean, que aquello fuese una irrealidad.
Conozco el olor de la pobreza. Es parecido al de un estropajo que solo se lava con la propia suciedad del suelo que se está tratando de limpiar. La pobreza no tenía importancia para Don McCullin porque la tuvo con él todos los días de su infancia en Finsbury Park, el único barrio donde podían vivir con su padre enfermo. Hostil lugar de reyertas con sangre por medio. Pobreza y fanatismo, venenos que tardan en dejar su efecto.
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Don McCullin, antes de pisar Vietnam, ya conocía el miedo y la valentía de los hombres sin esperanza. Primeras fotos publicadas en The Observer, viejos amigos de barrio, los The Govnors implicados en la muerte de un policía. Vagabundos, desesperanza atrapada en los cinturones industriales, plagados de desempleados. Philip Jones Griffiths, el futuro autor de Vietnam Inc, le aconseja que cambie su Rolleicord de doble objetivo comprada en 1958, por una réflex de 35mm. McCullin se compró una cámara pentax de segunda y mano y con ella se va a Chipre en 1964. The Observer, Paris Mach, Daily Telegraph Magazine publican las fotos de McCullin de los sucesos violentos que tienen lugar entre griegos y turcos.
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En su primer encontronazo con una guerra, todo el dolor de una mujer turca cuyo marido acaba de ser asesinado mientras que un niño le suplica auxilio, sintetizado en una foto con la que ganará el World Press Photo Prize. Contrato con The Sunday Times Magazine y una breve colaboración con Magnum. Después Vietnam.
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Está solo, como los otros hombres, hermanos de combate. Todos se dejan y el miedo los arrulla sin conocer a nadie. El fotógrafo es el único que lo ve, el único que se atreve a enseñarlo y mirarlo. Es la verdad incómoda que los jefes no quieren enseñar, el miedo, el llanto del soldado, del héroe que flaquea.
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